El desempacar en Rotterdam no solo me ha venido trayendo bastante fatiga, sino que también muchos hermosos recuerdos. Esta semana me tocó, junto con mi nueva ayuda, ordenar ropa. Era un universo de prendas de vestir, desde bikinis muy joviales, hasta pantalones de embarazada y camisones XXL. Cada prenda me traía un recuerdo especial, para comenzar, la tienda en la que la habría comprado, cuánto tiempo tardé en elegir lo que me quedaba mejor y cuánto fue lo que mi mamá o papá debió dejar de invertir en otras cosas, para poder darle el gusto a su hija.
Cada prenda podía contarme una historia distinta y podía mostrarme el cambio tan radical que había tenido en menos de dos años, mental y físicamente. Hoy, totalmente en conciencia de que no por haber dejado de hacer las cosas que hacía antes cambie quien soy, me doy cuenta de cuánto pesan solo dos años de mi vida. Y es que he aprendido tanto que dudo mucho que cinco años de universidad me hubieran enseñado lo que he aprendido en este par de años.
Siempre me dijeron que hay cosas que no se aprenden en las aulas y tal vez no se referían a lo que siento en este momento, pero este amor no me lo hubiera podido enseñar nadie que no sea Amelia y nadie, ni siquiera el mejor profesor del curso favorito me hubiera podido enseñar tanto como ella. Porque esta es una materia en la que solo vale autoevaluarse y es de contenido infinito. Con muchas dudas, pero que solo ha dependido de palabras y buscar dentro mío para resolver.
Entre las cosas que iba viendo al hacer el nueeeeevo orden, encontré la ropita de Amelia. Cosas que habíamos comprado prácticamente ayer, durante mi embarazo y que hoy, casi nuevas, ya no le quedan. Era imposible entender que mi bebé cada día estaba más grande y que cada día nos vamos comprendiendo más y creo que siempre se ha tratado de eso, de descubrirnos. Me he vuelto una experta de sonido, puedo distinguir sus sonidos entre todos. Puedo saber qué me quiere decir con cada sonido. Amelia se ha vuelto una niña muy graciosa, se ríe mucho y nos hace reír con las cosas que hace, es la nueva fanática de Baby Einstein y Marc Anthony en concierto. También se ha vuelto una experta en llamar a papá y sentirlo cuando llega, se pone alerta cuando suena la puerta y apenas lo ve hace una fiesta. Dice mamá cada vez que siente necesitar ayuda, cuando se caen en su corralito o cuando no alcanza algo que quiere. Aplaude cuando ve algo que le gusta y cuando le decimos “bravo”. Me sorprendió en San Valentín, cuando agarro una bolsa de globos de colores y la vació, para luego ir guardando hábilmente los globos uno a uno. Ha repetido esto último cuando saca cosas de bolsas. Le enseñamos a alcanzarnos las cosas y si tiene algo que no debería tener en las manos, se lo pedimos con un, “dame, por favor” y automáticamente lo entrega a nuestras manos. Apenas escucha música, especialmente salsa, levanta las manos y empieza a mover su cuerpo como un gusanito, es lo más adorable que ha hecho hasta el momento, además de balbucear en voz alta cuando le ponemos a Adele.
Ver crecer a Amelia se ha vuelto nuestra cotidianeidad, hay tantas cosas que hace ahora que no me imaginé que serían tan cercanas, porque aún siento que es esa bebé que me entregaron calientita y con 3 kilos 960 gramos. Pero mis ojos me dicen que se está convirtiendo en una niña, en conclusión, el tiempo ha pasado y muy rápidamente en estos dos años. La contraposición es que he aprendido muchísimo y siento que soy una mamá joven y primeriza, pero ya no tan primeriza.
¡Sígueme en mis redes sociales!
Facebook: Amelia y su lámpara
Instagram: @AmeliaYsuLampara
Twitter: @Andrea_c13