El fútbol siempre ha sido parte de mi vida, una gran pasión. De chica, me quedaba los domingos viendo todas las fechas del torneo peruano y no me aburría. Era algo, talvez, poco común para una niña de nueve años, pero no tanto para haber crecido escuchando sobre las leyendas del fútbol peruano.
Mi papá es un amante del fútbol y mi mamá también, incluso a veces pensaría que ella más. A los cinco años fui al estadio por primera vez, fui a ver a Alianza Lima, en el Alejandro Villanueva y desde ahí, ir al estadio se ha vuelto una actividad común en mi vida. Recuerdo la emoción de ese primer momento, ya con una camiseta, vincha y un papel A2 coloreado con los colores de Alianza Lima, un corazón y un “AL” en medio, y eso que no sabía escribir.
En el colegio, mi deporte fue el fútbol, aunque también pasé por otros deportes a los cuales les debo muchísimo. Mi posición era defensa central, porque era grande y fuerte, aunque no me gustaba mucho, siempre daba todo de mí, recibiendo, a veces, gritos de las mamás de los otros equipos: «Abusiva, métete con alguien de tu tamaño.» Al terminar mi etapa escolar, tuve la oportunidad de presentarme a trabajar como redactora para una página web de fútbol, me aceptaron creyendo una mentirilla piadosa de «estudiante de periodismo de la PUCP», cuando todavía no había ingresado a la universidad. Pero poco a poco me fui ganando un sitio, no tanto por lo que podía escribir respecto al fútbol, sino que no me daba miedo ir a entrevistar, ni tampoco me limitaba a un típico discurso, mi creatividad me salvaba de mucho, a la gente le gustaba leerme por ser diferente.
Sin pensar que sería en este medio que conocería a Fabrizio, poco a poco fui haciendo amistades, entre ellas, él. Para ese entonces, un chico que se veía bastante diferente a quien vine a conocer tan profundamente unos años después. Mucho menos pensando que Amelia llegaría rápidamente, a alejarme por una parte, pero por otra, a acercarme al fútbol.
La primera vez que fui a un partido de Fabrizio en Holanda, fue estando embarazada, pero no lo sabíamos. Recuerdo que literalmente me devoré unas papitas con mayonesa, tenía tanta hambre que me tuve que tomar una botella de agua para llenarme y dejar de comer golosinas. Esa fue la primera vez que Amelia estuvo en un estadio. Desde ahí, no ha dejado de ir y aunque no recuerde, porque sería casi imposible, todas las veces que ha ido, después de esta bastante larga introducción, me encantaría contarles los cinco incidentes más recordados de Amelia en el estadio.
1. Fabrizio se iba recuperando de una lesión, Francisco, el hermano mayor de Fabrizio, y yo estábamos en el estadio, súper emocionados esperando el momento en el que ingrese al campo después de casi cuatro meses de ausencia. Ingresó faltando poquito tiempo y en una jugada totalmente absurda, le sacaron tarjeta roja. Los que me conocen personalmente, saben lo vulnerable que estuve en mi embarazo, pero lo que ocurrió esta vez, fue un exceso y lo admito. Me salió una sarta de lisuras, que luego no lo podía creer. Era una embarazada emocional gritando todo lo malo que se sabía en español, en un estadio lleno de holandeses, claro, de hecho no era necesario entender español para saber que era lo que estaba diciendo, mi expresión era mucho más fuerte.
2. Me encantaba ir al estadio con mi barriga, era súper cómodo estar sentada con ella y mucho más lindo ver al papá de Amelia jugar. Entre jugada y jugada, le llega una pelota y gol. Me desesperé hasta las lágrimas, la celebración del gol lo dijo todo, era el mejor momento de nuestras vidas hasta entonces.
3. Pasaron unos dos meses hasta que volví al estadio, esta vez con Amelia de tres meses de nacida, toda una ricurita, pequeñita y ya en el estadio.
4. Después de nuestra larga estancia en Perú, volvíamos a ver a papá jugar. Mi Amelia ya más consciente, esperaba a papá en un pequeño salón-bar donde podían pasar un momento las familias de los deportistas, ella siempre con mucha personalidad, riendo y de buen humor. Ver a papá fue una fiesta y no tardaron en llegar los: «Se ve igual a papá».
5. Ya en el nuevo estadio, Amelia se sentía muy inquieta después del entretiempo, era algo extraño, ella siempre había podido ver tranquila casi todo el partido, a veces se quedaba dormida y la tengo conmigo hasta que acabe, pero esta vez era distinto, se movía muchísimo. La llevé a un salón similar al que les comentaba, jugué con ella, le di su leche, una galleta, la mecí, pero seguía extraña. Le puse su programa favorito y se quedó tranquila, después de un rato sentí un olor extraño y una mirada traviesa que me observaba en secreto. Tomé a mi bebé y había popó hasta en su coche, donde había estado sentada. Mi traviesa nos puso en apuros, pero mamá está preparada para todo, especialmente, para estos incidentes.
Hace poco me puse a pensar sobre esto, ¿será que el fútbol en mi vida ha sido lo que me ha dado tanta felicidad y lo que me trajo a Amelia? No lo sé, pero los momentos que me ha regalado son de los mejores de mi vida.
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