Nunca antes nos había dado un antojo tan profundo de comida peruana. Es cierto que en casa trato de hacer comida peruana en la medida de lo posible, pero esta vez nos encontramos en esa horrible situación de no tener ají amarillo, la base de la gran mayoría de platos peruanos. En Enschede, nos quedaba muy cerca un restaurante colombiano, muy bueno, que incluía en su carta 4 platos peruanos: Lomo saltado, causa limeña, papa rellena y papa a la huancaína. Y así, teniendo en su cocina a una chef chiclayana, sabíamos que su especialidad no era la comida peruana, ojo, sin decir que la comida no estaba buena, era comida muy sabrosa y que sí nos acercaba muchísimo a nuestro país. Ahora en Rotterdam, sabemos que estamos en un área mucho más comercial y una de las actividades nuevas que se nos ocurrió fue buscar restaurantes peruanos y ahí vamos.
Hasta ahora, hemos ido a dos restaurantes peruanos. El primero al que fuimos nos quedaba a ocho minutos de casa, en el mismo Rotterdam. Se llama “Ceviche y Maas”, en alusión al río Maas, que cruza Rotterdam. Ubicado en una esquina no tan llamativa, pero que al entrar te dejaba lelo en un ambiente “neo peruano”, súper bien puesto. Con fotografías de paisajes peruanos y un toque de elegancia por el bar, muy bien alumbrado. Sabiendo, que a partir de Gastón Acurio, la comida peruana cambió mucho y distintos aspectos, este restaurante era, para nuestros gustos, muy “Acurio”. No tenían un gran menú, pero es comprensible por dos temas:
1. No se encuentran ingredientes peruanos en los mercados, se encuentran en distribuidores peruanos, que son bastante escasos y cuestan mucho más que el precio real
2. Los holandeses no son personas que gusten de probar novedades, son muy rutinarios en su alimentación y no les gusta lo que les suene extraño. Entonces, en un negocio no es factible ofrecer platos muy rebuscados, al menos en este país. La carta incluía 4 entradas, 4 entremeses, 4 platos de fondo y 4 postres, todos ellos a escoger por un precio fijo.
Estas cartas de tiempos suelen ser muy comunes por aquí, en Lima nunca fui a un restaurante con esta metodología, si alguien conoce alguno, avíseme por favor. Aquí les dejo las fotos de lo que pedí esa noche.
Todos los platos estuvieron exquisitos, no tenía nada que reprochar, lo único que sí, para nuestro deseo peruano, eran muuuy pequeños. Pero pudimos hallar una explicación a eso, fuimos de noche, porque los restaurantes en su mayoría abren para la cena, entonces, era de noche y… de noche no se come mucho, dicen.
Algo que como extranjeros en un país europeo nos hubiera gustado, es que haya un trato más personal, más peruano.
El segundo restaurante, “Somos Perú” ubicado en La Haya, a una hora y 20 minutos de casa, nos rompió la idea de que en la noche se come poco. Con un trato súper peruano, en un ambiente de música bien criolla y con un picaresco dueño, nos sentimos por 2 horas en nuestro querido Perú. El buen ambiente hubiera podido hacer que cualquier intento de comida peruana sepa bien y que lo sintiéramos de corazón, pero me quedé fascinada con el sabor de la comida, pero principalmente el de los Anticuchos, (que es mi plato favorito) ni en Lima probé unos tan buenos como estos. A nosotros nos gusta comer rico y mucho, este restaurante definitivamente nos dio en la yema del gusto. Esa noche, Amelia se pudo deleitar con lo más nuestro, pero desde Holanda. Ella come de todo, esta vez quería probar todo, claro, teniendo precauciones porque aún, por más peruanita que sea, es una bebé. ¡Aquí les dejo mi pedido!
Disfrutamos mucho estos ratos en familia, pero principalmente nos sentimos orgullosos y afortunados por nuestra gastronomía, que muchas veces no sabemos apreciar dando a veces más importancia a restaurantes extranjeros, que ni siquiera ofrecen un buen servicio y mucho menos un menú saludable. Sobre todo, nos sentimos muy agradecidos con los dueños de estos restaurantes, porque arriesgan, llevan nuestra cultura a distintas partes del mundo y a los peruanos, que estamos lejos de casa, nos transportan con cada bocado a nuestros rincones culinarios más escondidos, a la cocina de la abuela, a la casa de la tía favorita, al terruño de nuestra rica tierra, de nuestro gran Perú.