Primera aventura

by Amelia

Como les había contado antes, nos propusimos viajar lo más que podamos. Rotterdam es una ciudad muy moderna en muchos aspectos y hermosa para quienes aman la modernidad, en lo personal, es una ciudad que me encanta, más que por su modernidad, por sus canales, aunque eso sea algo ya conocido por los holandeses. A mí me gusta más lo antiguo, esa arquitectura que te puede trasladar al pasado, a reinas, a revoluciones, me gusta más la Europa tradicional, en sí, me gusta mucho más poder imaginar el pasado y en la modernidad, no puede hacerse mucho eso. Rotterdam me recuerda mucho a Estados Unidos y yo quería sentirme en Europa netamente. Así que nuestro primer destino fue Bélgica. ¿Por qué? Porque nos queda súper cerca y porque amamos el chocolate. Con esa consigna, emprendimos nuestro viaje. No conocíamos y las referencias que teníamos eran buenas para lo que buscábamos.

Iba a ser una jornada larga, la maleta de Amelia estaba bien equipada, ella bien abrigada, la temperatura esperada era de siete grados y se pronosticaba lluvia. El vivir ya un tiempo aquí hizo que eso no fuera impedimento alguno. Fueron casi dos horas en nuestro Opel Insignia. Fabrizio de piloto, yo de copiloto y nuestra Amelia disfrutaba el movimiento del auto para tomar una siesta. Nuestros paseos en auto siempre son una fiesta, nos acompañaba el “Grupo 5”, que es un gran remedio para los días que pueden tornarse un poco “apáticos” por el clima frío. Nos fuimos sin haber contratado un tour ni haber buscado tanta información, en parte porque decidimos el viaje el mismo día, pero ahí estaba la novedad, la aventura. Llegamos a Bélgica sin haber decidido que ciudad disfrutar, era un viaje relámpago porque el trabajo de Fabrizio no nos permite quedarnos mucho a conocer, solo le dan un día de descanso y eso, para conocer a fondo un país, es muy poquito. Por eso, vamos de ciudad en ciudad. La elegida esta vez, fue Bruselas.

Corriendo un poco contra el tiempo, buscamos los típicos buses de “City Sightseeing”, que son los que te pasean por los puntos más importantes de la ciudad, puedes bajar y subir cuantas veces desees en paraderos determinados. Esta manera de conocer una ciudad, personalmente, me encanta. Te explican la historia y ya parte de ti poder conocer más a fondo bajándote y conociendo de una manera que también me gusta mucho: caminando. Al llegar al paradero principal del famoso bus, después de haber caminado cerca de media hora, subimos al bus y el conductor me dice en francés: No, ya es nuestra hora de dormir. Eran como las dos de la tarde, (al fin) haciendo uso de mi francés escolar, le respondí que era imposible, que era muy temprano para que no funcione más el servicio, se rio pero manteniendo su palabra. Habíamos llegado hasta allá, para tener que quedarnos con las ganas. Pero era así, era parte de nuestra aventura. Se me ocurrió tomar un folleto informativo del bus e ir por nuestra cuenta, con GPS, a los sitios más emblemáticos. Y así fue, emprendimos nuestro recorrido turístico. Amelia en su cangurito iba feliz, nosotros con mucha energía y sin impedimento de disfrutar.

Definitivamente quedamos encantados con Bruselas, era lo que queríamos sentir en Europa hace un tiempo, esos aires de ciudad lujosa antigua y de corte real.  Aquí les dejo las fotos y una descripción breve de cada lugar. ¡Espero sus comentarios!

La Grand Place: Un sitio impresionante, oro por todas partes. Un alma renacentista de pleno S XVII, con muchos arcos, cúpulas y fachadas. Lo mejor de Bruselas.


Manneken Pis:  Una pequeña estatuilla (50 cm) de un niño haciendo pis en una fuente. Es un símbolo de la ciudad, aparece en gran cantidad de los souvenirs y se torna mucho más interesante de lo que podría ser, gracias a las leyendas que existen de él. 


El Atomium: Es un átomo de hierro gigantesco, una linda y moderna obra. Según lo que pude leer, representa en Bruselas lo que podría representar la Torre Eiffel en París. Lo impresionante, es la construcción, en sí, por su tamaño, pero no iba mucho más allá.  


El chocolate belga: No es un lugar, pero debía incluirlo como lo mejor de Bélgica. Regresamos cargados de chocolate en barra y trufas, que son las mejores del mundo. Existen muchas tiendas de chocolate, no me atrevería a decir cuál tiene el mejor chocolate (la mayoría de veces es artesanal, de la marca de la tienda) porque de las tres tiendas, que según lo que pudimos preguntar eran las mejores del centro de la ciudad, cada uno de los chocolates que probé, me parecieron excelentes. Inigualables.

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