Después de mucho tiempo, le dediqué unas horas a mi closet. El invierno holandés iba pasando y la, aún fría, primavera soleaba las mañanas. Para cualquier ocasión, sentía que me faltaba ropa, no porque lo que tuviera habría pasado de moda, sino porque nada me quedaba y si me quedaba, era ajustado o muy grande. Casi un año después de dar a luz, aún no había logrado mi peso normal, tal vez no tan normal, pero con el que me sentía a gusto. Traté de encontrarle un motivo, porque había tratado de hacer saludable mí día a día, pero sin embargo había subido de peso y lo veía en el espejo. Lo más común, sería pensar que el invierno me había llevado a consumir más calorías y con lo rica que es la comida, no habría podido resistirme, pero no, no era así esta vez. No hubiera tenido problema en aceptarlo si fuera así, pero, por el contrario, me generaba preocupación.
Al hacer números, habían sido 5 kilos en 4 meses y prácticamente “de la nada”. Me sentí en aprietos, empecé la dieta estricta, busqué un entrenador personal y me puse a trabajar. Fueron casi 3 semanas de esfuerzo, pero ningún resultado y la balanza seguía en aumento. Fue desconcertante y desmotivador. Pero, al darme cuenta, el peso no era lo único en lo que me iba mal, me sentía desganada, con mucho cansancio, dolores de cabeza, el cabello se me caía y me daba por pensar en cosas negativas. ¿Qué me había estado sucediendo en estos meses?
Fui al doctor con la gran preocupación, me hicieron análisis de sangre para descartar un posible caso de tiroides, analizaron mi azúcar, colesterol, etc. Pero nada. Todo estaba bien, aunque no tan bien…
Entre pregunta y pregunta por parte de la doctora, llegamos al tema de los anticonceptivos, al parecer esa era la única razón posible: Nexplanon. También llamado implante subdérmico anticonceptivo. Me negaba a creerlo, porque supuestamente era lo mejor del mercado. Como buena indagadora, empecé a googlear. ¡Y bingo! Mil casos iguales al mío, sin pensarlo dos veces decidí retirármelo. De hecho, no iba a ser sencillo y lo sabía. Además del dolor físico que causa esta mini operación, era volver a buscar un método al que mi cuerpo se pueda adaptar bien y eso no se puede saber sino hasta que ya está en tu cuerpo, o sea hasta después de que ya gastas el dinero y resistes el dolor de ponértelo, si es que hubiera dolor.
Quiero que sepan que para mí no es tan lindo hablar de esto, pero creo que es importante, porque la pasé mal y si les sirve de algo saber los efectos del implante subdérmico, estoy más que contenta. Me hubiera encantado leer algo como esto antes de ponérmelo y no solo escuchar al ginecólogo que me “re-juro” que no subía de peso.
Al día de hoy, dos semanas después exactamente, tengo 3 kilos menos. Busqué ayuda con una nutricionista, que después de haberme examinado, determinó que tenía bastante retención de líquido. Me siento mucho más tranquila, con mucha más energía y muchas más metas que cumplir.
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