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El verdadero costo de tu ropa

by Amelia 29 noviembre, 2021

Invertir en una prenda de ropa, hace unos años, significaba estar muy seguro de tu elección. Gastar 250 soles en un pantalón justificaba el tiempo que te tomabas en el probador, pues a ese costo tenía que ser una prenda versátil y de calidad. Esto ha cambiado considerablemente con la denominada Fast Fashion o moda rápida, una realidad que nos ha envuelto, no solo en sus telas, sino que en grandes contradicciones y daños. 

A partir de los años 80, muchas empresas de la industria textil cambiaron las reglas del juego, la nueva fórmula consistía en lanzar diseños con rotación rápida: colecciones nuevas a bajos precios. Las cosas no son tan simples como comprar y vestir, cada prenda usada tiene un origen y un destino.

La variación más significativa ha sido el precio y la condición. En este punto nos preguntamos cómo pasamos de 250 a 50 soles por un pantalón, incluso con el beneficio de estar en tendencia. Es sencillo, se han reducido los costos de producción, principalmente, por dos razones: mano de obra barata y mala calidad de la tela, las cuales han desencadenado muerte, esclavitud y contaminación. 

Con la globalización, se desarrolló la idea de que todos ganaban. Las masas consumidoras podrían tener productos a precios abordables y los obreros de los países pobres (Sudeste Asiático y Centroamérica), trabajo que les permitiera salir de la miseria. Esto no ha sido así. 

El materialismo ha cobrado un precio más grande del que se imagina y se ha llevado la vida de muchos trabajadores bajo la precariedad. 

El 24 de abril de 2013, un edificio de producción textil en Savar, Banglandés, se desplomó. En aquella tragedia murieron 1130 trabajadores y más de 2500 resultaron heridos. Según la ONG Campaña Ropa Limpia, por lo menos 30 marcas de ropa, entre europeas y norteamericanas, confeccionaban en esa fábrica. 

Sin ser un incidente apartado, Campaña Ropa Limpia señala que se han reportado más de mil decesos entre 2006 y 2010 en incendios en talleres del Sudeste Asiático, los cuales, al igual que en el caso del derrumbe, consideran evitables si se hubieran tenido las condiciones adecuadas. 

Además de perder sus vidas, los operarios cumplen jornadas de hasta 16 horas, en las que no se distinguen edades ni sexo. La esclavitud, incluso la infantil, es una realidad que elabora tus prendas. 

Concentrados únicamente en las ganancias, los derechos de los trabajadores pasan a ser un asunto nimio, al igual que el medio ambiente. 

Siguiendo con el origen de tus prendas, para la confección de unos jeans, se requieren 7500 litros de agua (la cantidad que bebe una persona promedio durante siete años), según la Organización de las Naciones Unidas. Pero esto no acaba aquí, los residuos de producción contribuyen también al 10% de las emisiones de CO2 a nivel global (el equivalente a lo que libera la Unión Europea por sí sola), señala Greenpeace. 

El futuro de la prenda rápidamente descartada es el vertedero o la queman, para seguir con el aporte contaminante. 

Este modelo de negocio resulta insostenible y, en tanto no se cambie, poco puede hacerse. Sin embargo, existen maneras de reducir el impacto negativo, entre las que se encuentran, además de la concientización personal sobre comprar o no productos de este sistema, el reciclaje textil, la reutilización y el eco-diseño. La ropa es una manera de comunicación, utilicémosla para cambiar la industria. 

29 noviembre, 2021 1 comment
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A través del espejo

by Amelia 26 septiembre, 2021

How can you miss someone you’ve never met?

‘Cause I need you now but I don’t know you yet

But can you find me soon because I’m in my head?

Yeah, I need you now but I don’t know you yet

IDK You Yet, Alexander 23

Los antecedentes no los conozco o no los recuerdo, muy probablemente no existan, pero nunca me gustó el rosa. Era la menor, me tocó heredar ropa y aunque la familia me regalaba cosas preciosas y muy delicadas, cuando tenía la oportunidad de elegir en tienda siempre me iba por lo singular. Ese misterio fue creciendo conmigo y cuando ya era una señorita, iba con los cabellos en anarquía y camisas XL a cuadros. Siempre a mi modo, siempre a mi orden y dentro de todo el desastre. 

Al sentir que no era lo suficientemente linda, ni lo suficientemente delgada, la chica rara retrocedió y quedó por ahí. Mucha de esa esencia se escondió detrás de los alisados permanentes, de los que ya les había contado (si no lo vieron, pueden verlo haciendo clic aquí).

Esas miradas incómodas me habían venido acariciando, pero nunca lograron perforarme. 

Con un 40 de talla siempre se me hizo difícil calzar, pero los tacos eran una tortura. Los quinceañeros pude haberlos disfrutado más sin las ampollas. La belleza duele, dijeron siempre. Casi al terminar el colegio, mi mamá y yo descubrimos que en los “cierra puertas” de las tiendas por departamento quedaban muchos zapatos de mi talla, de buena calidad y a un precio que podíamos pagar. Fue la salvación para los años que se venían. No voy a negar que les agarré gustillo, ya no se me hacían incómodos, pero no era yo, no me sentía especial.

Salté de la universidad a la maternidad, desde ya y por las circunstancias, siempre (o casi siempre) en zapatillas. He llegado a relacionar mi amor por las zapatillas y el apego que les tengo con la nueva vida que me tocó asumir y todo el proceso que me ha llevado a lo que soy (igual es un amor casi obsesivo y lo admito). No solo por la comodidad, sino porque me gusta ser yo. Me gusta sentir que esas inspecciones aburridas son un motivo más para seguir poniéndome como a mí me apetece. 

El mundo puede hacerte caer en el molde, mi matriz llevaba tacones y yo siempre iba a evitarlos. 

Lo de adentro es lo del verdadero valor, pero algunos entendemos y podemos utilizar lo de afuera para nuestra propia lucha. A diario confirmo que vestirme de la manera en la que lo hago le da un poquito más de poder a esta vida mía. Repaso de a pocos los momentos en los que sentí mayor soledad y me veo distinta, con el cabello liso y ropa común. En esos momentos complicados estuve en propio abandono, porque me dejé a mi misma. Esa imagen que veo a diario en el espejo hace la combinación entre cuerpo y alma en mí, por lo menos en este aprendizaje constante. 

Y todos los días cuando me veo, me encuentro más parecida. 

26 septiembre, 2021 0 comment
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