Con esa motivación nacida únicamente de mí y por mí, hice lo segundo más complicado: empezar. Me puse un orden y me comprometí conmigo misma a seguirlo. Aún cuando los órdenes establecidos (por otros) para vivir (tu vida), nunca han sido una guía muy clara ni justificada para mí.
Antes de leer cómo lo logré, si quisieras aplicar este cambio a tu vida, lo mejor es consultar con un especialista que te de una orientación precisa y cuando estés experimentando, esto te servirá.
No soy un experto en nutrición y ejercicio, pero te hablo desde la experiencia y con la empatía que me hubiera gustado recibir.
Días de adaptación
La primera semana fue la más dura, más que por no poder comer de todo, por tener que dividir las comidas en cinco. Aquí hay muchas teorías, pero prefiero siempre pensar que así no llegas con tanta hambre a la siguiente comida, la idea es tener tus 3 comidas de siempre pero poder comer entre ellas.
Esto es un proceso educativo, debes aprender a comer otra vez a tiempos determinados.
Permítanme ser débil y admitir que lo que no le hace bien a tu cuerpo es lo que más viene a tu mente y eso no se puede reemplazar con un yogurt 0% grasa y 0% azúcar. Pensar en lo que te toca comer es agobiante y puede que sientas la tentación de algo que no debes cerca, muy cerca, pero hay maneras de eliminar esa ansiedad, la mía fue el deporte. No solo porque me la quitaba, sino porque veo cómo es que voy respondiendo mejor a las exigencias del entrenamiento y sé que es producto de mi alimentación, además de la constancia.
Entrena, entrena y sigue entrenando
Algo que también fue un poco difícil de entender es que lo que comes y el ejercicio que haces, se complementan entre sí. No solo por ser ambos saludables, sino porque con el ejercicio vas a eliminar mucha de esa angustia durante los primeros días de adaptación. Debo confesar que durante los primeros días me ayudó mucho y que a la larga, cumplir con los días de ejercicio va a ser muy agradable y va a motivarte a mucho más. Espera, si no te sientes bien o hay algo realmente más importante antes que entrenar, resuélvelo y no te sientas mal con ello. Estamos en esta vida y, especialmente, en este cambio alimenticio para sentirnos mejor, no peor.
Aún sin dejarme dominar por ellos, también existieron miedos. Cuando dejas de ejercitarte no tienes la misma seguridad de cuando ya llevas un ritmo, entonces te encuentras entre el roche o forzar la máquina, lo que puede traer consecuencias peores como lesiones o no poder pararte de la cama al día siguiente. Es mejor hacer un entrenamiento progresivo y con un especialista supervisando la progresión del ejercicio. No tengas vergüenza de que tu nivel físico no sea el ideal, con esfuerzo lo será. Ten paciencia, es un trabajo constante.
Debes saber que hay una gama de entrenamientos muy amplia y que si no te gusta alguno, puedes escoger otro. No te rindas, la mejor manera de saber qué podría gustarte es probando.
Ayer fue el peso, otro día será el cabello
Los malos recuerdos, las expresiones, las miradas y todo lo que una chica con sobrepeso tiene que sobrellevar, pasó no solo a ser una experiencia que me fortalecía, sino que formó mi personalidad en base a lo que yo pensaba y no lo que escuchaba de los demás. El resultado de una vida saludable es algo que solo tú y tu cuerpo deben disfrutar. Fortalecer mi seguridad y saber que estar bien es sentirse bien, ha añadido una cuota muy grande de confianza y fuerza en mí, especialmente para dejar de buscar la aceptación de los demás en cualquier aspecto de mi vida. Creo que solo construyendo seguridad propia he sido capaz de hacer lo que yo, y solo yo, quiero con mi vida, especialmente con mi físico. Ya no me toca saber que a alguien no le gusta algo de mí, no me produce, solo escucho. Sin esa determinación, lo que antes fue el peso, a futuro pudo haber sido otra cosa que me haga sentir mal conmigo misma. No podemos controlar lo que nos dicen, pero sí la percepción.