Me despertaba con el sonido del viento, la tormenta golpeaba las ventanas y los rayos iluminaban el cielo de más de medianoche. Lo primero que hice fue agarrar el teléfono, quería cansarme para volver a dormir. Abrí Instagram y el dedo deslizaba automáticamente.
Como alguien asidua a las redes sociales, cada día espero ver contenido del que pueda obtener algo, desde entretenimiento hasta conocimientos específicos. Me gusta creer que aún hay personas en las redes sociales que piensan que crear material novedoso y de calidad vale muchísimo. Soy alguien que aprecia el esfuerzo y que aplaude la creatividad, pero debo confesar que estoy en un límite. Ay, qué pesada eres Andrea. Sí, muy latosa cuando se trata de protegerme a mí misma.
No sé si fue una coincidencia, pero qué bueno que pasó…
En medio de una noche tormentosa, las ideas me surgían. Recordaba cómo en mi infancia los medios de comunicación habían destruido un poco de mi autoestima y sentí que, de algún modo, las redes sociales también lo habían estado haciendo. A los 7 años entendí que ser delgada y alta era atractivo; quedarte en silencio era ser señorita; tener lo último te hacía el mejor y muchos más conceptos equivocados que iban moldeando mi presente y me hacían verme en un futuro. A esa edad cada cosita que entraba por los sentidos no tenía manera de ser filtrada.
De la tele, a mi vida; de las redes, a mis días
Han pasado los años y algunas ideas han cambiado, la sociedad no es la misma y, claramente, yo tampoco. Sin ánimos de generar un enredo en sus cabezas, resumo a que la amplitud de los medios de comunicación ha traído como consecuencia que aparezcan figuras cuasi televisivas y de gran repercusión, ya los conocerán por la denominación “influencers”.

Tengo que decir que hay muchos de estos usuarios que tienen gran contenido y son muy muy buenos en lo que hacen, conocen el sistema y con mucho esfuerzo han logrado posicionarse, pero eso no significa que me haga bien a mí.
Soy de quienes ven mucho de la persona antes que el mismo asunto, por eso es que no me parece justo concederme mensajes que refuercen alguna de las ideas que tanto trabajo me costaron desterrar.
En medio del aguacero, me tomé el tiempo de dejar de seguir a cuentas que no me hacían bien, por mejor que fueran.
Pienso que no volvería a seguir a alguien que me haga sentir incómoda con lo que soy, que me transmita perfección e idealismos.
La opción siempre fue cambiar de canal
Ya ha pasado un tiempo de esta decisión, han pasado unos cuantos meses desde que esa tormenta se llevó una nube un tanto nociva en mi vida. Con una cuenta de limpia, he percibido mayor tranquilidad en mis chequeos diarios de sociales, algo que es paradójico, pero hace que me guste un poquito (y sume) más el uso de mi chupón cibernético.