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A un año de ser el cambio

by Amelia 17 enero, 2022

Esta semana cumplí 1 año entrenando y no se imaginan lo satisfecha que me siento. Durante este año he podido distinguir una idea equivocada sobre las razones para ejercitarse, yo no entreno con el objetivo de ver un número menor en la balanza, lo hago porque me ayuda a vivir. Llegar a esta idea no fue repentino, tuve que pasar por el agotamiento y la frustración. Quisiera decirles que es un camino sencillo y que los rápidos, y visibles, resultados te motivan a ser constante, pero no es así.

Todo sacrificio…

Durante las primeras semanas era un castigo, preferiría mil veces quedarme en cama y dormir un poco más, la fatiga y flojera eran más grandes. A eso se le sumaba el no ver un cambio frente al espejo, la ropa seguía quedándome igual y buscar salidas milagrosas y rápidas no faltaban en mis momentos de ocio. Los comentarios siempre han estado rondando ese límite de mi seguridad, creer que mi rutina no funcionaba por no verme más delgada eran un error, lo ideal siempre ha sido cómo me siento yo con esto y ejercitarme me hacía feliz. 

Desde este nuevo entusiasmo y motivación, nació un paralelo entre la actividad física y el bienestar, algo en lo que me he concentrado durante este año. Para no hacerles creer que es una suerte de engaño, busqué entre la ciencia y encontré que, efectivamente, el ejercicio es la acción que mayor impacto tiene en el cerebro, con una inmediatez en el estado de ánimo y, tras una rutina, mejoras sustanciales en el cerebro y el sistema cardiovascular. No quisiera convertir este post en una exposición, pero les dejo un link muy interesante de una verdadera erudita en la materia, Wendy Suzuki: clic aquí.

¿Vieron el video? Si la respuesta es que sí, entonces solo me queda confirmar lo revelado. Si la respuesta es no, te recomiendo verlo para que entiendas por qué hacer ejercicio tiene un beneficio más grande que un abdomen plano. 

Esos 45 minutos diarios que le quito a mi sueño, son 45 minutos que le sumo a mi alma: cultivo bienestar para afrontar mi día y disfrutar la vida. Suena utópico, pero les juro que es así. 

Para alguien que no tenía una rutina, ¿cuál es la manera ideal de empezar? 

El primer paso siempre es el más complicado, en este caso, el segundo es igual de difícil: levantarse hecho polvo y seguir sí duele. ¿Qué hice yo? Le pedí a los que me rodean que no me dejen flaquear y que ayuden a no rendirme. De esta manera, las semanas fueron pasando y ya iba agarrando un ritmo. 

Algo igual de importante es poder buscar asesoría profesional, yo encontré al mejor entrenador y eso terminó siendo un 50%. Juntos encontramos lo que mejor se adaptaba para mis objetivos y trazamos una estrategia. Entre nos, lo mejor de todo es que las risas nuuuuunca faltan. 

Ya teniendo encaminado el asunto, le sumé una actividad que desde hace mucho la tenía como hobby: zumba (baile). Incluirla dentro de la rutina semanal como un fijo me ayudó a balancear y agregarle la cuota divertida-artística al proyecto. 

El bonus del plan ha sido convertirme en entusiasta del pádel (sepan que tengo a las mejores compañeras) y añadir algo que nunca quiero dejar de hacer: aprender… y así, aprendiendo a diario de mí misma y mi fortaleza, es como quisiera compartirles la mejor receta para encontrarme en bienestar.

17 enero, 2022 1 comment
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A través del espejo

by Amelia 26 septiembre, 2021

How can you miss someone you’ve never met?

‘Cause I need you now but I don’t know you yet

But can you find me soon because I’m in my head?

Yeah, I need you now but I don’t know you yet

IDK You Yet, Alexander 23

Los antecedentes no los conozco o no los recuerdo, muy probablemente no existan, pero nunca me gustó el rosa. Era la menor, me tocó heredar ropa y aunque la familia me regalaba cosas preciosas y muy delicadas, cuando tenía la oportunidad de elegir en tienda siempre me iba por lo singular. Ese misterio fue creciendo conmigo y cuando ya era una señorita, iba con los cabellos en anarquía y camisas XL a cuadros. Siempre a mi modo, siempre a mi orden y dentro de todo el desastre. 

Al sentir que no era lo suficientemente linda, ni lo suficientemente delgada, la chica rara retrocedió y quedó por ahí. Mucha de esa esencia se escondió detrás de los alisados permanentes, de los que ya les había contado (si no lo vieron, pueden verlo haciendo clic aquí).

Esas miradas incómodas me habían venido acariciando, pero nunca lograron perforarme. 

Con un 40 de talla siempre se me hizo difícil calzar, pero los tacos eran una tortura. Los quinceañeros pude haberlos disfrutado más sin las ampollas. La belleza duele, dijeron siempre. Casi al terminar el colegio, mi mamá y yo descubrimos que en los “cierra puertas” de las tiendas por departamento quedaban muchos zapatos de mi talla, de buena calidad y a un precio que podíamos pagar. Fue la salvación para los años que se venían. No voy a negar que les agarré gustillo, ya no se me hacían incómodos, pero no era yo, no me sentía especial.

Salté de la universidad a la maternidad, desde ya y por las circunstancias, siempre (o casi siempre) en zapatillas. He llegado a relacionar mi amor por las zapatillas y el apego que les tengo con la nueva vida que me tocó asumir y todo el proceso que me ha llevado a lo que soy (igual es un amor casi obsesivo y lo admito). No solo por la comodidad, sino porque me gusta ser yo. Me gusta sentir que esas inspecciones aburridas son un motivo más para seguir poniéndome como a mí me apetece. 

El mundo puede hacerte caer en el molde, mi matriz llevaba tacones y yo siempre iba a evitarlos. 

Lo de adentro es lo del verdadero valor, pero algunos entendemos y podemos utilizar lo de afuera para nuestra propia lucha. A diario confirmo que vestirme de la manera en la que lo hago le da un poquito más de poder a esta vida mía. Repaso de a pocos los momentos en los que sentí mayor soledad y me veo distinta, con el cabello liso y ropa común. En esos momentos complicados estuve en propio abandono, porque me dejé a mi misma. Esa imagen que veo a diario en el espejo hace la combinación entre cuerpo y alma en mí, por lo menos en este aprendizaje constante. 

Y todos los días cuando me veo, me encuentro más parecida. 

26 septiembre, 2021 0 comment
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Mi historia alimenticia parte 1

by Amelia 16 mayo, 2021

I’ve got so much love (love)
Got so much patience (patience)
I’ve learned from the pain (pain)
I turned out amazing (turned out amazing)
Thank u, next.
Ariana Grande

“Señora, su hija debe estar comiendo demasiado dulce”, le dijo el nutricionista a mi mamá. Escuchar eso a los 9 años no fue lo peor que pude escuchar a esa edad, pero sí ha sido de las cosas que más he escuchado y que sigo oyendo 19 años después. Una presión constante, un comentario incómodo, una mirada, gestos y chistes graciosos casi de manera obligatoria han sido esas barreras que me han costado cruzar para llegar a entender que no puedes construirte desde la perspectiva del otro. 

Es difícil entender que no puedes comer lo mismo que tus amigos cuando eres una niña.

Delimitar mi vida a lo que comía y tener que hacer mucho ejercicio fueron parte importante de mi infancia. Construí gran parte de mi vida con base en los valores del deporte, pero nunca pude con el tema nutricional. Nadie se detuvo a explicarme por qué, solo entendía que ser gorda era malo y ser flaca era bueno, pero si yo no me sentía mal como era, entonces ¿debía sentirme mal? 

Un niño del colegio dijo que parecía una ballena por llevar ropa de baño negra con blanco. Le di un golpe y nunca más nadie volvió a hacerlo.

«Con esto entendí que tener una coraza de fuerza podía protegerme y así lo mantuve por muchos años». 

Arrastré este pensamiento constante de sentirme mal con mi cuerpo hasta la adolescencia cuando el cuerpo empezó a cambiar para finalmente dejar de ver un cuerpo de niña y ver un cuerpo feo de adolescente, aún no siendo gorda. Formé mi identidad de adolescente siempre resguardando mis sentimientos y con una estampa muy marcada de carácter duro. 

Al terminar el colegio hice un esfuerzo descomunal por cambiar mi cuerpo. Comía muy poco, entrenaba 2 veces al día y descansaba el resto del día, no tenía energía para nada más. Al entrar a la universidad ya había visto ese cambio que tanto había buscado, pero no era feliz porque simplemente no tenía tiempo ni energía para todo. Hasta ese momento todo había sido por estética. Sin respuestas a ese problema, sin respuestas hasta muchos años después. 

Tras muchos cambios, por fin pude encontrar una mejor respuesta, mucho más contundente. Es clave poder encontrar los mejores profesionales y con eso no me refiero a un buen nutricionista, sino a la ayuda psicológica que recibí para poder aprender a escucharme y entender que la parte estética sería resultado de algo más importante: amarme.

Jamás encontré una real motivación para cambiar hábitos alimenticios, porque yo no sentía que lo hiciera mal. La clave fue entender que debía amarme en todo el sentido de la palabra.

Entre estos mismos escritos puedes ver el camino recorrido. Me amé después de dar a luz, me amé con 20 kilos de más, me amé cuando los bajé y amo poder pararme frente a una cámara, sin ser modelo y poder sentir que controlo mis propias decisiones. 

Con el tiempo y habiendo buscado muchísimo, descubrí otra razón muy importante, el Síndrome de Ovario Poliquístico, que muy probablemente me acompañó desde mis primeras citas con el nutricionista. Esto me inclina un poco la cancha, pero siempre se pueden encontrar buenos refuerzos. Aquí les hablo un poco sobre eso. 

Empecé a informarme (y formarme) sobre temas de nutrición y le encontré sentido a la alimentación saludable, un sentido real, pues bajar de peso es lo inmediato (y estético), pero no es sostenible, por lo menos no en mi caso. Así y solo así es que llegué a una rutina alimenticia donde comer saludable no es querer bajar de peso, sino darle lo mejor a tu cuerpo. 

No hay ningún secreto, ninguna receta mágica. No puedo mentirles, no es sencillo. Pero mi más grande motivación ha salido del único lugar en donde debí buscarla, ha salido de mí. Solo ha sido amor y todo se ha puesto en orden cuando aprendí a quererme.

16 mayo, 2021 1 comment
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