How can you miss someone you’ve never met?
‘Cause I need you now but I don’t know you yet
But can you find me soon because I’m in my head?
Yeah, I need you now but I don’t know you yet
IDK You Yet, Alexander 23
Los antecedentes no los conozco o no los recuerdo, muy probablemente no existan, pero nunca me gustó el rosa. Era la menor, me tocó heredar ropa y aunque la familia me regalaba cosas preciosas y muy delicadas, cuando tenía la oportunidad de elegir en tienda siempre me iba por lo singular. Ese misterio fue creciendo conmigo y cuando ya era una señorita, iba con los cabellos en anarquía y camisas XL a cuadros. Siempre a mi modo, siempre a mi orden y dentro de todo el desastre.
Al sentir que no era lo suficientemente linda, ni lo suficientemente delgada, la chica rara retrocedió y quedó por ahí. Mucha de esa esencia se escondió detrás de los alisados permanentes, de los que ya les había contado (si no lo vieron, pueden verlo haciendo clic aquí).
Esas miradas incómodas me habían venido acariciando, pero nunca lograron perforarme.
Con un 40 de talla siempre se me hizo difícil calzar, pero los tacos eran una tortura. Los quinceañeros pude haberlos disfrutado más sin las ampollas. La belleza duele, dijeron siempre. Casi al terminar el colegio, mi mamá y yo descubrimos que en los “cierra puertas” de las tiendas por departamento quedaban muchos zapatos de mi talla, de buena calidad y a un precio que podíamos pagar. Fue la salvación para los años que se venían. No voy a negar que les agarré gustillo, ya no se me hacían incómodos, pero no era yo, no me sentía especial.

Salté de la universidad a la maternidad, desde ya y por las circunstancias, siempre (o casi siempre) en zapatillas. He llegado a relacionar mi amor por las zapatillas y el apego que les tengo con la nueva vida que me tocó asumir y todo el proceso que me ha llevado a lo que soy (igual es un amor casi obsesivo y lo admito). No solo por la comodidad, sino porque me gusta ser yo. Me gusta sentir que esas inspecciones aburridas son un motivo más para seguir poniéndome como a mí me apetece.
El mundo puede hacerte caer en el molde, mi matriz llevaba tacones y yo siempre iba a evitarlos.
Lo de adentro es lo del verdadero valor, pero algunos entendemos y podemos utilizar lo de afuera para nuestra propia lucha. A diario confirmo que vestirme de la manera en la que lo hago le da un poquito más de poder a esta vida mía. Repaso de a pocos los momentos en los que sentí mayor soledad y me veo distinta, con el cabello liso y ropa común. En esos momentos complicados estuve en propio abandono, porque me dejé a mi misma. Esa imagen que veo a diario en el espejo hace la combinación entre cuerpo y alma en mí, por lo menos en este aprendizaje constante.
Y todos los días cuando me veo, me encuentro más parecida.